
Un grupo de misioneros de la Diócesis de Córdoba, entre los que se encuentran los montillanos Blanca, Miguel, Javier (vicario parroquial de Santiago), y Carlos (Diácono), están viviendo desde el pasado 1 de julio una intensa y emotiva experiencia misionera en Picota, en la región amazónica del norte de Perú, donde la Diócesis mantiene un puente misionero activo desde hace años.
Nuestros misioneros han cruzado el océano para llevar la esperanza, la ayuda y la cercanía de la Iglesia a las comunidades más olvidadas del Perú. Este grupo de laicos junto a varios sacerdotes, está desarrollando una intensa misión que ha sido acogida con alegría por las comunidades rurales que, aunque carecen de muchas comodidades, rebosan de fe, sencillez y hospitalidad.
En los diez primeros días de misión han visitado aldeas como San Antonio, Nueva Esperanza, Buenos Aires, Nuevo Chimbote, Nuevo Egipto, Shamboyacu, Tingo de Ponasa o Huañipo, municipios pertenecientes a Picota, donde los misioneros han recorrido casa por casa, acompañando a los enfermos, compartiendo su tiempo con los niños en las escuelas y llevando la Palabra de Dios a los rincones donde apenas llegan sacerdotes durante el año.
«Nuestro día comienza muy temprano, con la oración en la capilla de la casa de Picota. Luego salimos hacia los pueblos, algunos bastante lejanos, donde compartimos el día con las familias. Visitamos enfermos, jugamos con los niños, organizamos catequesis y celebramos la Eucaristía allí donde es posible», nos explican.



Gracias a la presencia en el grupo de algunos profesionales sanitarios, como Blanca (farmacéutica) y Miguel (veterinario), los misioneros han podido ofrecer atención médica básica y distribuir medicamentos a quienes más lo necesitan. Además, han impartido una charla informativa sobre salud y medidas higiénicas, muy importante en estas comunidades donde el acceso a servicios sanitarios es limitado.


Por su parte, los sacerdotes que forman parte de la misión están acompañando de manera especial en lo espiritual: celebrando misas, confesiones y administrando los sacramentos. En una de las celebraciones, varios niños recibieron el Bautismo, la Comunión y la Confirmación en la misma Eucaristía, tras meses de preparación a cargo de los animadores locales, verdaderos pilares de la fe en estas zonas rurales, que mantienen viva la vida cristiana durante todo el año y que reciben a los misioneros con gran alegría.





La misión está siendo también un intercambio de culturas. Durante una fiesta regional celebrada en uno de los pueblos, los misioneros cordobeses intercambiaron sevillanas con las danzas típicas de los lugareños, en una jornada de alegría y hermandad que nadie olvidará.

En estos días han tenido la oportunidad de participar en la despedida de una religiosa de las Salesianas del Sagrado Corazón, la Madre Mª Luisa Gómez, a quien se le ha encomendado una nueva labor misionera en Paraguay.

Nuestros misioneros están viviendo una “experiencia transformadora”. Cada mirada, cada gesto, cada sonrisa; el poder ayudar o, simplemente, jugar o abrazar a los niños y niñas, da sentido a su labor y les llena el corazón.
No cabe duda que San Francisco Solano guía los pasos de este grupo de misioneros que están llevando el amor de Dios a quienes más lo necesitan.


