
«Si sois de Montilla, pasad; estáis en vuestra casa.”
Con estas palabras, el guardian del Convento de San Francisco de Lima abrió las puertas a los misioneros montillanos en su último día en tierras peruanas. Allí, en la celda donde vivió y murió San Francisco Solano —normalmente cerrada al público—, celebraron una íntima y conmovedora misa como broche de una experiencia inolvidable.
San Francisco Solano ha guiado los pasos de este grupo que partió desde Montilla, y su presencia espiritual los ha acompañado hasta el final. Estos últimos días en Lima, acogidos por las Hermanas de los Desamparados, han aprovechado sus últimas horas para acercarse al convento de San Franciscano, donde vivió y murió San Francisco Solano. La misa celebrada en la celda del santo fue uno de los momentos más impactantes: «un lugar muy pequeño, con una capillita donde oraba y hacia penitencia. Fue muy íntimo y emocionante”, nos explican.



La misión, que comenzó el 1 de julio con la Diócesis de Córdoba, ha sido profundamente transformadora para Javier González (vicario parroquial de Santiago), Blanca Lucena, Miguel Navarro y Carlos Crespo (diácono). Durante 20 días recorrieron pueblos y comunidades de la región San Martín, en el norte del Perú —Picota, Tarapoto, Juanjuí, y zonas más remotas como Nuevo Loreto—, llevando fe, alegría y ayuda a quienes más lo necesitan.
En la selva alta, se abrieron paso entre caminos casi inexistentes, guiados por lugareños, hasta llegar a comunidades muy aisladas. Vivieron en condiciones sencillas, durmiendo en un edificio en construcción junto a una iglesia, y desde allí visitaron a distintas comunidades aisladas donde compartieron juegos con los niños, catequesis, misas, celebraron sacramentos y apoyo a enfermos y mayores.




Uno de los momentos especiales fue su participación en la Peregrinación Juvenil del Año Jubilar de la Esperanza, con más de 300 jóvenes de la zona, quienes caminaron con una imagen de la Virgen hasta el templo jubilar de Juanjuí. Allí nuestros misioneros participaron con algunas charlas, prepararon catequesis y celebraron la Eucaristía junto a ellos.



También visitaron el Hogar de Nazaret, que acoge a niños en situación de abandono o vulnerabilidad, brindándoles una oportunidad de formación y una nueva vida.
En Tarapoto, participaron en la fiesta de la Virgen del Carmen, con una procesión llena de color, música y trajes típicos de la selva. Además, aprovecharon para conocer pequeñas fábricas locales de cacao y productos de coco, reflejo del esfuerzo comunitario por salir adelante.



En Lima, además de la emotiva visita al convento franciscano, también pudieron ver la imagen procesional de San Francisco Solano, conservada junto a sus reliquias, y que cada 14 de julio recorre las calles. En la catedral de Lima, lo encontraron junto a otros santos peruanos como Santa Rosa de Lima.


Una experiencia intensa, llena de entrega, cercanía y esperanza, marcada por la huella del mejor de los montillanos. Un camino que, sin duda, quedará grabado para siempre en sus corazones.




