
La soledad deseada puede ser una gran bendición; pero una maldición, si no lo es.
En la columna de opinión, Paco Llopis reflexiona sobre la soledad: “No hablamos de un rato de silencio o de tiempo para uno mismo, sino de esa soledad que duele, que pesa, que apaga. La que no se elige, la que se sufre».
«La soledad no deseada es una experiencia profunda y dolorosa. No se escoge. A veces, ni siquiera se comprende. Es un vacío que no depende solo de la ausencia física de personas, sino de la falta de relaciones significativas, del desafecto, de no sentirse visto, valorado o escuchado».
La Opinión con la voz y la firma de Paco Llopis:
Texto de La Opinión:
La Soledad no deseada…
La soledad deseada, puede ser una gran bendición, pero una maldición sino lo es.
Ayer tuvimos la suerte de conocer a una sabia persona de 86 años, lúcida, enérgica, de voz firme, de ideas consistentes y experiencia llena de vida. Tuvimos la oportunidad de recibir unas letras que decían así: “ ….para vosotros, por lo bien que sabéis cuidar y no me habéis hecho sentir invisible…para vuestros días de Lluvia…” . “Con mis luces y mis mermas, tan abundantes ahora, quiero seguirte de cerca…¡Señor, no me dejes sola”!
Los renglones que te escribo esta mañana de sol, son recuerdos de aquel día, que una mujer a tu paso, en medio de un gran follón, con su mano temblorosa, tocar tu manto logró. No te pido que me cures, ni me elijas la mejor; quiero ser como hasta ahora, tu pequeña distracción. Siempre he ido de tu mano, sin usar conversación, a veces con paso firme o con algún tropezón; pero Tú siempre encontrabas resguardo en los aguaceros, escalones de las puertas, abrazos y “algún Te quiero”. Cuando amainaba la lluvia y de nuevo salía el sol, comprobábamos contentos que éramos Uno, los Dos.
Me lo enseñaste de niña: que Tú eras mi primer amor; que siempre que llueve, escampa y de nuevo sale el sol. Tú me ausentaste los miedos y al escuchar siempre tu voz, a sentir que somos Uno, aún en los días sin sol. Por eso en esta mañana te escribo con ilusión. Anoche y hoy, llovía a cántaros. ¡Ha vuelto a salir el sol!.”
La soledad es la carencia voluntaria o involuntaria de compañía o una ausencia de relaciones significativas, la soledad depende de la calidad y cantidad de relaciones y afectos que la tejen. La soledad no deseada es una experiencia donde se sufre, no se escoge, no se sabe estar solo y a veces no se sabe estar acompañado. Desgraciadamente siempre hay unas causas y unas consecuencias.
A veces, la baja autoestima, el temor al fracaso, la obsesión por la seguridad, el no aceptar los propios errores, puede hacer que se produzca un aislamiento, tendencias depresivas, dificultades de relación, pensamientos negativos…” piensa mal y acertarás”, los prejuicios, en vez de protegernos, nos dejan solos. La obsesión de que los demás no cambien mi manera de ser…los deprimidos huyen de las personas y las personas huyen de los deprimidos.
Las consecuencias de la soledad no deseada son aún más tristes: el aislamiento social es riesgo de obesidad, de vida sedentaria, bienestar físico, agujeros en el estómago, el bienestar psíquico, una de las fuentes de la ansiedad y la frustración. El bienestar social dificulta las relaciones y la convivencia y a veces puede ser caldo de cultivo de ideas suicidas.
La vejez, tiempo de soledad inevitable No sólo un@ está sol@, sino que además, muchas veces, un@ “se siente sol@”. La vejez es el tiempo de: Las pérdidas: van desapareciendo las personas que han formado parte de mi vida”. Dependencia: “necesito ayuda para casi todo”. Inseguridad y vulnerabilidad: “soy un estorbo”. Limitaciones físicas: “no valgo para nada”.
Una sociedad que refuerza el sentimiento de inutilidad y soledad porque: sobrevalora la juventud, el ritmo rápido de la vida, la informatización; presenta la vejez como una enfermedad vergonzosa, pero se interesa por los/as mayores en cuanto a potenciales consumidores/as.
Algunos estilos de vida familiar
Hay estilos de familia en los que no caben l@ mayores por el ritmo de vida, trabajo, pisos pequeños, etc… “Aunque se quiera, no se puede”. Se da una gama de situaciones que van desde el arrinconamiento hasta el abandono total: “se puede, pero no se quiere”. Algunas actitudes de quienes tratan con l@s mayores: Falta de valoración de lo que dicen, sienten o hacen. L@s mayores son especialmente sensibles al desafecto. Limitar su participación social a esferas muy reducidas: el cuidado de los/as nietos/as, el voto cuando llega…
No tener en cuenta su capacidad y posibilidades: tratarles como a niños/as, darles continuamente consejos… Pero no son niños/as: ellos/as han vivido la experiencia de ser autónomos/as.
La falta de escucha: hacerles callar sistemáticamente. Para ellos/as hay preguntas y asuntos que tienen mucha importancia; por ejemplo, los interrogantes sobre la muerte.
La convicción profunda de que la vejez es una etapa digna. Respeto hacia los sentimientos, preocupaciones, emociones y singularidad del/la mayor: cada persona es distinta.
Compañía junto a empatía; “meterse en el pellejo del otro”, sin crear dependencias, sabiendo escuchar, preguntar y guardar silencio cuando corresponda.
A veces, también contribuye a la situación de soledad, especialmente en las mujeres, el no haber aprendido a estar sola, no tener más actividades que las caseras, bajo nivel cultural o haber recibido una educación “cerrada”. Falta de recursos económicos que le puedan permitir sentirse libre. Búsqueda de salidas falsas: fármacos, alcohol, juego, bulimia… Abandono de las relaciones con personas de otras etapas de la vida.
Con frecuencia, la soledad no deseada que padecen las mujeres tiene algunas características peculiares: En su origen, a causa de su rol social -minusvalorado y discriminado- y su rol familiar, que puede provocar síndromes como el del “nido vacío”.
En su dificultad de detección, porque las mujeres padecen a menudo soledad “en compañía”; una soledad que pasa completamente desapercibida, por ser compatible con una vida, aparentemente, normal. Pareja, falta de reciprocidad en la ayuda: machismo.
“Es peor la soledad en pareja; a la soledad se une la rabia”. La muerte de un ser querido, especialmente de la pareja. “Crea un gran vacío”. La ruptura de la relación. Falta de reconocimiento por parte de la pareja. Falta de consideración en la toma de decisiones.
Dedicar unos minutos a reflexionar sobre la soledad no querida es algo que debemos hacer en algún momento, porque tod@s vamos a ser mayores, ancianos, viejos, como queramos llamarle.
Aquella mujer me sorprendió porque supo conocerse, superar, los obstáculos, buscar las formas y modos de vivir su edad avanzada y ser un ejemplo de vida, llena, alegre y, sobre todo; Agarrada a Él, de donde obtenía la fuerza para seguir adelante: “Me lo enseñaste de niña: que Tú eras mi primer amor; que siempre que llueve, escampa y de nuevo sale el sol. Tú me ausentaste los miedos y al escuchar siempre tu voz, a sentir que somos Uno, aún en los días sin sol. Por eso en esta mañana te escribo con ilusión. Anoche y hoy, llovía a cántaros. ¡Ha vuelto a salir el sol!” .Bebi.
Firmado: Paco Llopis. Maestro