
La Basílica de San Juan de Ávila acogió, el domingo, el emotivo Pregón de la Semana Santa de Montilla, pronunciado por José Antonio Jurado, quien nos invitó a vivir esta celebración de una forma diferente. El pregón no dejó a nadie indiferente. A través de recuerdos, vivencias, reflexiones y mensajes directos, Jurado nos instó a tener más presente a Jesús de Nazaret y a reflexionar sobre el papel de las hermandades, abogando por una formación cristiana más profunda para sus miembros. «A veces da la sensación de que somos cofrades creyendo que solo con eso se puede jugar a ser cristiano».
Organizado por la Agrupación de Cofradías el prólogo al pregón estuvo a cargo de la Coral Montillana de AA.AA de Don Bosco, que ofreció un bello concierto de música sacra bajo la dirección de José María Luque. Durante la actuación, interpretaron obras como “Gloria in excelsis Deo”, “Et in terra Pax Hominibus”, “Laudate Dominum”, “Ave Verum Corpus” y “Lacrimosa”, con la participación de la soprano Cristina Guzmán, el pianista Juan Carlos Herrador y el violinista Carlos Casas. El concierto creó una atmósfera solemne y emotiva que acompañó perfectamente el inicio de este acto tan especial para los cofrades.

La persona encargada de presentar al pregonero fue Manuel del Árbol, presidente de la Asociación de La Pasión, quien destacó que fue precisamente en esta representación donde conoció al pregonero. Debido a los papeles que interpretan, el pregonero como Caifás y el presentador como Anás —suegro del anterior— comparten numerosas horas de escena, lo que ha dado lugar a una profunda amistad.
«Su profesión como artista, especializado en escultura y grabado en piedra y mármol, le otorga una aguda capacidad para percibir los detalles más sutiles de las imágenes, que le resulta fascinante analizar en busca del sentido que el creador quiso imprimir en ellas». Además, indicó Manuel del árbol, «nuestro pregonero siente una profunda obsesión por descubrir la verdad en sus múltiples formas de manifestación. Su proceso consiste en ir más allá de la superficie, desentrañando de manera silenciosa lo que se oculta tras la primera impresión. Con mimo y dedicación cuida de su niño interior, consciente de que, al llegar a la edad adulta este cuidado se transforma en un reto constante».

Seguidamente, el pregonero tomó la palabra y agradeció a su presentador por haberle animado a aceptar el cargo. Con voz firme y emotiva, expresó: “He aceptado pregonar la Semana Santa por el orgullo que siento por mi pueblo, por sus tradiciones y por el cariño que siempre he tenido hacia esta celebración. También lo hago por los grandes momentos vividos en torno a las hermandades, porque soy cristiano, de lo que presumo sin complejos, y por el amor que siento hacia Dios”.
José Antonio comenzó su intervención con un emotivo recuerdo a Antonio Herrador Navarro, carpintero y Cofrade Ejemplar de Montilla, fallecido hace unos meses y a quien le unía una gran amistad. Recordó las largas tertulias que compartieron, y aseguró que, “desde el cielo, Antonio ha intercedido para que pueda pregonar su querida Semana Santa”. Al terminar su homenaje, el público, visiblemente emocionado, rompió en un fuerte aplauso, dando paso al inicio de su pregón.

El pregonero compartió con los presentes la suerte de haber nacido en una familia cristiana, aunque no especialmente cofrade. Sin embargo, vivir en el barrio de San Agustín, donde diariamente subía y bajaba la calle Ancha rumbo al colegio, y tener la suerte de que Nuestro Padre Jesús Nazareno velara por sus sueños desde su capilla, hizo que el sentimiento cofrade naciera en él desde pequeño. Sus primeras vivencias, relató, fueron con las dos hermandades de San Agustín: Nuestro Padre Jesús Nazareno y el Santo Entierro, con las cuales dio sus primeros pasos en el mundo cofrade.
Ya en su juventud, se unió a la Hermandad de Jesús Preso, de la que llegó a formar parte de su Junta de Gobierno, y fue ahí donde adquirió su verdadera experiencia cofrade y donde conoció a Úrsula, su esposa, quien era costalera de la Columna. Durante su pregón, compartió vivencias, anécdotas y recuerdos relacionados con la Semana Santa, momentos que compartió con el público.
El pregonero también reflexionó sobre la necesidad de tener más presente a Jesús de Nazaret en nuestra vida cotidiana y en el trabajo de nuestras hermandades. Lamentó llevar tantos minutos de pregón sin haberlo mencionado , reconociendo que, a veces, nos dejamos llevar por la emoción de nuestra hermandad, nuestros pasos o nuestros recuerdos, y olvidamos al verdadero protagonista de esta celebración: Jesús de Nazaret.

Por ello reflexionó sobre las dos concepciones distintas que, a su juicio, coexisten en la celebración de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo. Por un lado, está la Semana Santa terrenal, la que se percibe a través de la distancia entre la crestería de los pasos y el suelo, un mundo lleno de sensaciones y emociones. Por otro lado, existe una Semana Santa más espiritual, la que se nos muestra encima de nuestros pasos, aquella que debemos vivir interiormente, más allá de lo visible, una Semana Santa que nos invita a la reflexión profunda y al recogimiento del alma.
El pregonero se hizo una importante pregunta: ¿Cómo podemos tomar conciencia, en los tiempos actuales, de la verdadera relevancia de la Semana Santa espiritual? En este sentido, destacó el papel fundamental que deben tener las hermandades, para que, mediante la formación de sus miembros, ayuden a cimentar los lazos espirituales con Dios, fortaleciéndolos para vivir la fe con mayor profundidad y compromiso.
A lo largo de su intervención, subrayó que las imágenes religiosas no deben ser veneradas solo por su aspecto visual, sino por el profundo significado que representan. En este contexto, quiso destacar dos imágenes que, aunque a veces pasan desapercibidas, transmiten importantes mensajes. La primera es la de Simón de Cirene, que ayuda a llevar la cruz al Nazareno y que para el pregonero representa «a ese amigo discreto pero siempre presente, dispuesto a brindar su apoyo en los momentos más difíciles». La segunda imagen mencionada fue la de San Juan del misterio del Sagrado Descendimiento, creada por Bernal, con su mano izquierda posada sobre el hombro de la Madre de Jesús. El pregonero destacó que «esta mano, símbolo de protección y consuelo, tiene un valor incalculable, siendo capaz de transmitir todo el sentido de la tarde del Viernes Santo por sí sola».

El pregón cargado de detalles y de mensajes tuvo un momento muy especial cuando el pregonero hablo de la Representación de la Pasión “una magna viviente”, “Dios escribió el guion de la Pasión , Muerte y Resurrección de su hijo para demostrar a la humanidad hasta que punto nos amaba.
El arrepentimiento de Caifás
José Antonio Jurado permitió que Caifás, el personaje que interpreta en La Pasión, hablara. Compartió la incomodidad que experimentó en sus primeros años al tener que representar a quien fue responsable de la terrible injusticia sufrida por Jesús de Nazaret. «En muchas ocasiones me he preguntado qué habríamos hecho nosotros si hubiéramos visto peligrar nuestro poder». A pesar de ello, aseguró que Caifás tuvo que arrepentirse, y en una magnífica disertación reflejó el arrepentimiento de su personaje.

El pregón finalizó con un breve pero intenso recorrido por cada uno de los días de la Semana Santa y como último mensaje nos pidió que disfrutemos de la brillantez de nuestra Semana Santa, pero «cuidemos que ese brillo no nos provoque tal ceguera que nos impida ver con claridad lo único verdaderamente importante de estos días y de toda nuestra vida, y que para nosotros los cristianos no deben ser otros que el Hijo de Dios y su Santa Madre».
Una fuerte ovación con los asistentes puestos en pie en la Basílica, reconoció el magnifico Pregón de José Antonio Jurado, que recibió la insignia de la Agrupación de Cofradías de Montilla de manos de su presidente José Antonio Trapero.
El acto lo cerró el rector de la Basílica de San Juan de Ávila Fernando Suárez que animó a vivir intensamente la Semana Santa desde dentro.






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