El maestro Paco Llopis comparte, una vez más, con todos nosotros su pasión por la Educación y en esta ocasión continúa con su reflexión sobre la diferencia entre “Ser maestro y ser un buen maestro”, considera que “el maestro que no domina, se lo comen; el que exige lo que no tiene, está evocado al fracaso; el que manda, envía a hacer y no hace, no tiene garantía alguna de éxito; el que deja todo a la improvisación va encaminado a tener problemas; el que no respeta la diversidad y actúa con los medios adecuados, está asegurando el fracaso; el que impone sin explicar, lo lleva crudo; el que no tolera las opiniones y quiere hacer a todos a imagen y semejanza, lo tiene muy difícil, el que no trasmite y contagia porque no vive los que expone, lo lleva mal; el que no emociona, difícilmente va a enseñar…».

La Opinión con la Voz y la Firma de Paco Llopis:

Opinión con la Voz y la Firma de Paco Llopis 

Texto de ‘La Opinión’: “Ser maestro ya tiene mérito, ser un buen maestro roza la excelencia(II)” 

Ser un buen maestro implica saber gestionar la clase, crear un clima que te permita actuar, para obtener el mayor rendimiento de cada uno, para crear situaciones favorables que contribuyan a hacer del espacio, un lugar donde se pueda enseñar desde el respeto, la convivencia, la atención, el trabajo, delimitando muy bien los tiempos de trabajo y de ocio, no gritando y haciendo silencios…Podemos hacer todo lo contrario y por ello el estilo para gestionar una clase, hace tener buenos maestros o no y no ser un buen maestro puede ser un factor de riesgo, que no controla, no motiva, no conecta y puede ser un generador de conflictividad, que no necesariamente nace del alumnado sino de la actitud, a veces, del propio profesorado.

Planificar, no sólo contenidos sino actitudes, controlar, motivar, conectar, escuchar, entusiasmar, corregir, decir no, respetar, negociar, advertir, comprometer, poner límites, sancionar, exigir…son en definitivas actividades de gestión, a veces se dan de forma intuitiva y otras se aprenden, pero para aprenderlas hay que partir de comenzar reconociendo que sé poco, o no sé nada y de este modo, tener una actitud receptiva ante cualquier indicación, sugerencia o propuesta. Todo esto lo incorporamos a nuestra formación, que nos dieron, y a la formación permanente, que siempre debemos tener. Una actitud de prepotencia es garantía de fracaso.

Queda claro que ,el que no actúa, permite, el que no rectifica, se equivoca; el que no rediseña sus actuaciones en función del grupo y sus variables, se equivoca porque en cada espacio se necesita de unos parámetros distintos; el maestro que no domina, se lo comen; el que exige lo que no tiene, está evocado al fracaso; el que manda, envía a hacer y no hace, no tiene garantía alguna de éxito; el que deja todo a la improvisación va encaminado a tener problemas; el que no respeta la diversidad y actúa con los medios adecuados, está asegurando el fracaso; el que impone sin explicar, lo lleva crudo; el que no tolera las opiniones y quiere hacer a todos a imagen y semejanza, lo tiene muy difícil, el que no trasmite y contagia porque no vive los que expone, lo lleva mal; el que no emociona, difícilmente va a enseñar; el que vive de la escuela y no para la escuela, será un frustrado; el que considere la escuela como un funcionariado y no una vocación, se quejará de todo y de todos, además de contribuir a su propio desequilibrio personal, que seguro afectará al grupo y al propio centro.

Queda igualmente claro que una buena salud física y mental, un buen estado de ánimo, un grado máximo de implicación en esta tarea, un buen enfoque pedagógico, una metodología que enganche, un banco de recursos y estrategias, posee la características adecuadas para intervenir en el alumnado, motivando y controlando, en sus tareas, adaptando los contenidos o modificando las estrategias en la metodología, o sobre sí mismo, reflexionando sobre el nivel de implicación, calculando esfuerzos y automotivándose, contribuye al éxito y al equilibrio antes mencionado.

También queda claro que el maestro debe saber persuadir, influir, acrecentar la autoestima del alumnado, motivarlos, reconocer siempre lo bueno que tiene y magnificarlo, sobre lo menos bueno, controlar el rol de cada uno, su situación psicológica e incluso física, manteniendo un contacto permanente con las familias.

Por último, queda claro que el maestro puede ser un punto de encuentro o de encontronazo y para ello es necesario trabajar el nivel emocional, las actitudes y las relaciones. Igualmente, el clima del aula, de la escuela, los amigos, el barrio, ya que son grandes agentes del condicionamiento social.

Por tanto y para terminar, el equilibrio es la base del quehacer diario en la escuela combinando, el estar centrado en mi estabilidad, evitando que las cosas me afecten, en saber ofrecer un currículo asequible, interesante y útil y tener como objetivo el alumnado, sin llegar al amiguismo, “entrando con el “puño cerrado “y abriéndolo cuando las circunstancias me lo permitan y dependiendo de quiénes, no vaya a ser que por querer ser “guay”, no pueda cerrar la mano, en caso de necesidad.

Ni por el mar corren las liebres, ni por el monte las sardinas”

Ser “maestro”, no es igual que ser un” buen maestro”. A ser maestro se aprende. No es un juego, aunque aprendan jugando.

Ser maestro es un arte. ¡El que la lleva, la entiende!

Paco Llopis. Maestro.